Tlacaélel ("el de corazón varonil"), sobrino del tlatoani Itzcóatl y hermano de Chimalpopoca y Motecuhzoma I Ilhuicamina, es probablemente el personaje más importante de la historia de los mexica, desde su cargo de segundo (cihuacoatl, "mujer serpiente") en la jerarquía del poder con los citados y, posiblemente, con Tízoc y Ahuítzotl.
En 1428, bajo el mandato de Itzcóatl, en plena construcción del imperio mexica, interviene en el pacto que establecerá la posterior división social entre "pipiltin" y macehualtin ("gente del común"). Divididos los mexica entre los partidarios de la guerra de liberación contra Azcapotzalco y los que prefieren pactar, Tlacaélel ofreció entregarse a los partidarios de la paz como esclavo junto con sus seguidores si el combate se perdía, mientras que, si resultaban vencedores, el resultado sería justo el inverso. Convencido Itzcóatl y los principales jefes militares, la victoria en la guerra será el inicio de la división social en dos estamentos y la obtención de Tlacaélel de un amplio prestigio que le permitirá dominar altas cuotas de poder durante los gobiernos sucesivos.
Si bien parece que rechazó el cargo de tlatoani (soberano), desde su puesto de segundo en la jerarquía del poder instituyó profundos cambios que están en la base del posterior poderío mexica. Así, en el plano político, promovió la creación de un consejo de notables formado por cuatro miembros, llamados tlacohcálcatl, tlacatécatl, eznahuácatl y tlillancalqui, cuyos mandatos tendrían vigencia durante el gobierno del tlatoani. También es el autor del establecimiento del título de tiacahuan, utilizado para nominar a los destacados en el combate, y de otros cinco altos cargos más. Aunque en principio estos títulos aparecen ligados a la unidad social o territorial básica, el calpulli, más tarde se transformarán en cargos o títulos independientes, destinados a premiar los servicios a la comunidad y sin que en ningún caso sean hereditarios. El mismo Tlacaélel ocupó los cargos de atempanécatl tiacauh, tlacochcálcatl y, por último, cihuacóatl, ya en la cima de su poder.
En el plano económico, la expansión militar mexica procura anexionar grandes extensiones, que serán repartidas conforme al orden jerárquico y los méritos particulares contraídos durante la conquista. Así, descontadas las tierras del tlatoani y del cihuacóatl y las de los templos de cada calpulli, el resto se dividía entre los tiacahuan, jefes militares destacados, y los guerreros destacados en combate, bien que fueran gente del común.
No menos importantes son sus reformas religiosas, que alcanzarán a conformar la autoidentificación de los mexica como pueblo y configurarán todo un sistema político-religioso que estará en la base de la cultura mexica. Así, promueve la instauración del dios tribal mexica Huitzilopochtli como divinidad solar, exportando esta idea al resto de pueblos en contacto con los mexica. La importancia de éste concepto es central, por cuanto su culto requiere sacrificios humanos y, por tanto, la captura de víctimas mediante la guerra. Consideran los mexica que el Sol que rige sus vidas tiene una duración limitada y que su muerte, como sucedió con los otros cuatro soles anteriores, provocará grandes catástrofes. La única manera de aplacar la voluntad divina es ofrecer alimento a Huitzilopochtli, esto es, la sangre de los sacrificados, para lo que se emprenderán guerras de conquista con la triple misión de anexionar territorios, incrementar el comercio mediante la obtención bienes y materias y conseguir prisioneros para el sacrificio. Desde un punto de vista funcional, el culto a Huitzilopochtli está en la base del éxito militar mexica, siendo un rasgo fundamental de su identidad como pueblo. Así, se amplía el antiguo Templo Mayor de Tenochtitlan dedicado a Huitzilopochtli y Tláloc y, por inspiración de Tlacaélel, se borran los antiguos escritos que hacían referencia al humilde pasado mexica y se reescribe la historia haciéndolos emparentar con la esplendorosa cultura tolteca y otorgando a los propios mexica una base ideológica para justificar y fomentar la conquista de los pueblos vecinos.
En 1428, bajo el mandato de Itzcóatl, en plena construcción del imperio mexica, interviene en el pacto que establecerá la posterior división social entre "pipiltin" y macehualtin ("gente del común"). Divididos los mexica entre los partidarios de la guerra de liberación contra Azcapotzalco y los que prefieren pactar, Tlacaélel ofreció entregarse a los partidarios de la paz como esclavo junto con sus seguidores si el combate se perdía, mientras que, si resultaban vencedores, el resultado sería justo el inverso. Convencido Itzcóatl y los principales jefes militares, la victoria en la guerra será el inicio de la división social en dos estamentos y la obtención de Tlacaélel de un amplio prestigio que le permitirá dominar altas cuotas de poder durante los gobiernos sucesivos.
Si bien parece que rechazó el cargo de tlatoani (soberano), desde su puesto de segundo en la jerarquía del poder instituyó profundos cambios que están en la base del posterior poderío mexica. Así, en el plano político, promovió la creación de un consejo de notables formado por cuatro miembros, llamados tlacohcálcatl, tlacatécatl, eznahuácatl y tlillancalqui, cuyos mandatos tendrían vigencia durante el gobierno del tlatoani. También es el autor del establecimiento del título de tiacahuan, utilizado para nominar a los destacados en el combate, y de otros cinco altos cargos más. Aunque en principio estos títulos aparecen ligados a la unidad social o territorial básica, el calpulli, más tarde se transformarán en cargos o títulos independientes, destinados a premiar los servicios a la comunidad y sin que en ningún caso sean hereditarios. El mismo Tlacaélel ocupó los cargos de atempanécatl tiacauh, tlacochcálcatl y, por último, cihuacóatl, ya en la cima de su poder.
En el plano económico, la expansión militar mexica procura anexionar grandes extensiones, que serán repartidas conforme al orden jerárquico y los méritos particulares contraídos durante la conquista. Así, descontadas las tierras del tlatoani y del cihuacóatl y las de los templos de cada calpulli, el resto se dividía entre los tiacahuan, jefes militares destacados, y los guerreros destacados en combate, bien que fueran gente del común.
No menos importantes son sus reformas religiosas, que alcanzarán a conformar la autoidentificación de los mexica como pueblo y configurarán todo un sistema político-religioso que estará en la base de la cultura mexica. Así, promueve la instauración del dios tribal mexica Huitzilopochtli como divinidad solar, exportando esta idea al resto de pueblos en contacto con los mexica. La importancia de éste concepto es central, por cuanto su culto requiere sacrificios humanos y, por tanto, la captura de víctimas mediante la guerra. Consideran los mexica que el Sol que rige sus vidas tiene una duración limitada y que su muerte, como sucedió con los otros cuatro soles anteriores, provocará grandes catástrofes. La única manera de aplacar la voluntad divina es ofrecer alimento a Huitzilopochtli, esto es, la sangre de los sacrificados, para lo que se emprenderán guerras de conquista con la triple misión de anexionar territorios, incrementar el comercio mediante la obtención bienes y materias y conseguir prisioneros para el sacrificio. Desde un punto de vista funcional, el culto a Huitzilopochtli está en la base del éxito militar mexica, siendo un rasgo fundamental de su identidad como pueblo. Así, se amplía el antiguo Templo Mayor de Tenochtitlan dedicado a Huitzilopochtli y Tláloc y, por inspiración de Tlacaélel, se borran los antiguos escritos que hacían referencia al humilde pasado mexica y se reescribe la historia haciéndolos emparentar con la esplendorosa cultura tolteca y otorgando a los propios mexica una base ideológica para justificar y fomentar la conquista de los pueblos vecinos.
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